Entrevista a Diego Sánchez Aguilar

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Diego Sánchez Aguilar

Hoy traemos a otro buen amigo de la librería que, además, está de enhorabuena al haber resultado premiado con el Premio Setenil de Relatos por su libro «Nuevas teorías sobre el orgasmo femenino».

Con todos ustedes, un trocito de Diego Sánchez Aguilar.

Montaña Mágica – Antes de nada felicitarte por ganar el Premio Setenil de Relatos. Y ahora que te pillo caliente, cuéntanos tus primeras impresiones. ¿De quién te has acordado de buenas a primera cuándo te han llamado para decirte la noticia?

Diego Sánchez Aguilar – Muchas gracias por la felicitación, Vicente. Pues mira, voy a ser sincero, y al mismo tiempo, bastante tópico. Me he acordado de mis padres, porque sé que a ellos estas cosas les hacen mucha ilusión. Luego he pensado en María Luisa, claro, y la he llamado enseguida, que para algo es mi compañera, y la que soporta todas esas horas de silencio y ausencia que dedico a la escritura. Y también he pensado, de los primeros, en José Alcaraz y en Pilar. De hecho, creo que uno de los primeros mensajes que mandé para dar la noticia fue para José Alcaraz, porque este reconocimiento es también un premio para Balduque, una editorial que prácticamente acaba de nacer, que ha apostado por la literatura más arriesgada, y que confió en mí.

MM – ¿Puede significar este premio un antes y un después en tu proceso creativo?

DSA – Pues creo que no. Mi proceso creativo sigue su ritmo. Hace un año que estoy trabajando en una novela, y ahora seguiré con ella, y el premio no va a cambiar nada ni mi ritmo ni mi forma de trabajar. Lo haré con un poco más de alegría, claro, y con un poco más de confianza, al saber que me será más fácil que los editores lean y valoren mi próxima obra gracias al premio, pero nada más.

Pero seguiré dudando de cada página que escriba, y seguiré pensando que no doy la talla, que no me satisface, que podría hacerlo mejor. Porque siempre he escrito así, y creo que todos escribimos así, y un premio no cambia esa agonía, que creo necesaria para cualquier escritor.

MM – Oye, ¿para cuándo tu próximo poemario? A ver si la fama te confunde y nos abandonas.

DSA – Pues tengo dos poemarios totalmente terminados. Uno se llama “Las célebres órdenes de la noche” y debería salir a lo largo de 2017, porque ya está comprometido con una editorial. El otro que tengo terminado se llama “La cadena del frío”, y todavía no lo estoy moviendo.  También hay un tercero, muy avanzado,  que ahora está un poco parado porque la novela absorbe casi todo mi tiempo de escritura, pero me pondré con él en cuanto termine la novela.

MM – ¿Y un antes y un después en la relación con tus alumnos?

DSA – Pues no lo creo. Un premio es un premio. Una gran alegría, una (o varias) celebración con los amigos, un poco más de dinero en la cuenta bancaria y un número un poco más elevado de lectores. Pero en unas semanas todo volverá a la normalidad y nadie se acordará de esto. Mi relación con mis alumnos seguirá igual. Imagino que muchos ni se enterarán de la noticia. El profe es el profe, haga lo que haga en su tiempo libre.

MM – Hablando de tu faceta como profesional de la educación. ¿Está el sistema educativo para que se le dé un premio o para prenderle fuego?

DSA – La situación que estamos viviendo es terrible. Hay un ataque coordinado y masivo contra la educación pública, degradando las condiciones de enseñanza y desviando fondos a la concertada. El objetivo final de todo esto es llegar a un sistema neoliberal similar al americano, donde estudiar en la escuela pública es algo vergonzoso y marginal, y donde la gente presume de la exclusividad de sus centros de estudio como quien presume de la marca de su coche o de su ropa: algo que aquí nunca hemos conocido, porque aquí la pública siempre se ha caracterizado por su exigencia y excelencia, mientras que a los concertados iba quien no aprobaba en la pública (esto vale también para la Universidad).

MM – Estarás de acuerdo en que la sociedad muestra claros síntomas de desapego ante esta problemática, como si fuera una enfermedad crónica con la que hay que convivir. ¿Se puede hacer algo más desde dentro, o la solución tendrá que venir desde fuera?

DSA – Pues yo lucho día a día desde dentro. En primer lugar, manteniendo esa exigencia con mis alumnos y con mi centro público. La mayoría de los profesores de la pública son excelentes profesionales preparadísimos que son insultados diariamente por los medios de comunicación en campañas organizadas y financiadas (hace poco se descubrió, investigando la trama Púnica, cómo el gobierno de Esperanza Aguirre había gastado mucho dinero en campañas de difamación contra los profesores en plena época de las mareas verdes). La sociedad está, por lo tanto, contaminada por esas campañas en nuestra contra, y lo que tenemos que hacer es luchar todos, desde dentro y desde fuera, y desde todas partes, para defender los servicios públicos. Yo lucho en la Educación, pero es que el mismo ataque está sufriendo la Sanidad pública. La gente tiene que despertar, y darse cuenta de que perder una Educación pública y una Sanidad pública de calidad, tal y como la hemos tenido, es empobrecer al país, fomentar la desigualdad, y que eso favorece solo a una élite privilegiada.

MM – Y también estarás de acuerdo en que hacen falta más orgasmos femeninos.

DSA – Jajaja. Eso también es un bien público, y no debemos dejar que lo privaticen, jajaja.

MM – Anda, cuéntanos un poco de ese libro (best-seller durante cuatro meses en la librería) que tan buenos réditos te ha dado.

DSA – Pues es un libro compuesto por siete relatos, pero tiene, en cierto modo, alma de novela. Digo esto porque no es un libro en el que haya recopilado cuentos escritos a lo largo de un largo periodo de tiempo y que un buen día decido juntar bajo un título llamativo. Cuando me senté, yo ya sabía que todos los relatos habían de tener los mismos elementos. En primer lugar, un conflicto de origen sexual, un secreto inconfesable y oscuro relacionado con el sexo. En segundo lugar, un narrador totalmente objetivo, que relatara los hechos con gran desapego, sin implicarse emocionalmente con los personajes, como si fuera un antropólogo que estudiara los actos de una tribu cuyas relaciones sociales le son desconocidas. En tercer lugar, y muy relacionado con el tipo de narrador, una intención de fondo: realizar un análisis de la clase media occidental, basándome en las ideas de insatisfacción, deseo, incomunicación, egoísmo y frustración, que son elementos presentes tanto en la sexualidad como en nuestra sociedad en general.

MM – ¿Ha llegado el fin de la clase media o la clase media nos ha engullido, como un kraken mitológico, para siempre?

DSA – Yo pienso que en realidad la clase media no existe. Y digo esto porque todo el mundo se autoincluye en la clase media: desde el trabajador de la fábrica con el salario mínimo hasta el presidente de esa misma empresa que gana doscientas veces su sueldo. Tanto uno como otro se definirán a sí mismos como pertenecientes a la clase media. Evidentemente, algo está mal ahí. La clase media es un invento ideológico relacionado con la teoría del “fin de las ideologías”, que nos hace pensar que hemos llegado al punto de felicidad y justicia social máxima, que nos hace pensar que todos tenemos lo que merecemos dentro de ese ámbito de la clase media y que, si no lo tenemos, es responsabilidad (fracaso) nuestro. Es decir, que se intenta que olvidemos que hay una clase trabajadora y una clase dominante que tiene todos los ases de la baraja. Una clase que sufre para que otra obtenga sus caprichos. Lo que antes se llamaba “lucha de clases” y que ahora se considera algo anticuado, risible, como si ese concepto perteneciera ya solamente a los libros de historia, como si nuestra sociedad hubiera superado ya ese estadio. Pero, ahora más que nunca, es evidente que hay que reivindicar y mantener esa lucha. Por ejemplo, luchar por la educación y por la sanidad pública es lucha de clases: porque en ellas hay calidad para todo el mundo, gane el dinero que gane. Pero la privatización también es lucha de clases, es la lucha de las clases dominantes, que quieren que los que más dinero ganan puedan distinguirse con una educación y una sanidad mejores que las de sus empleados. Lo malo es que, mientras las clases dominantes se toman esta guerra totalmente en serio, y no dejan de avanzar posiciones (por ejemplo, en las privatizaciones), las clases trabajadoras tienen serios problemas para ser conscientes de que estamos en guerra, de que la estamos perdiendo, y de que tenemos que defendernos del ataque y recuperar nuestras posiciones.

MM – Y ya por último, una difícil. Elige entre uno de estos dos autores. Raymond  Carver o Foster Wallace. Y no vale ponerse sentimental.

DSA – Para mí, hablar de Foster Wallace y no ponerme sentimental, es realmente difícil. Es, sin duda, el escritor que más me ha gustado de los últimos treinta años, y siento una afinidad personal hacia él, a través de su literatura. Cuando supe la noticia de su muerte, me afectó realmente, como si hubiera muerto un amigo, una especie de hermano mayor. Creo que su talento literario es descomunal y que, además, va unido a una capacidad analítica que yo aprecio mucho en la literatura, que demuestra una comprensión de la sociedad y del individuo asombrosa, casi sobrenatural. Y ello, unido a una lucha contra el nihilismo que él analizaba a la perfección, y unido a un humanismo optimista pese a todo. Y, todo esto, con un dominio de las técnicas narrativas que te deja con la boca abierta una y otra vez.

No sé, creo que he respondido, ¿no? Y eso que Carver es maravilloso, tanto en sus relatos como en su poesía. Pero, como ya he dicho, lo de DFW es algo personal, íntimo. Leerlo es como leer algo que yo podría haber escrito, si tuviera el talento suficiente. Leyendo a Carver disfruto muchísimo, pero sin esa afinidad personal.

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